EL FOLCLORE DE MI TIERRA

Behind the scenes: Epopeya

Otero, el embajador peruano en Chile, ofreció una recompensa por una eficaz estrategia para deslucir la proyección de Epopeya. El edificio de Torre Tagle cableó a sus representantes en territorios de ultramar por consejo ante el bochornoso episodio a visualizarse. Sin dudarlo, la Embajada Peruana en Grecia encontró unos manuscritos alojados en su biblioteca. Al parecer pertenecerían a un antiguo bibliotecario llamado Rolopus, quien guardó unos cuadernos de bitácora de un marino en su travesía por las Américas que antes de morir dejó escritas sus memorias en el cuaderno de ocurrencias de la biblioteca de la Embajada, con la indicación de que debían ser mostrados cuando los peruanos quisieran saber la verdad sobre la Guerra del Pacifico.

El marino Herodoto Escobalopus, que pasaba por las costas de Sudamérica buscando ballenas, había escrito en la bitácora de su barco los sucesos que él mismo presenció y que quedaron ocultos para la historia hasta el día de hoy. Lo que sigue es la trascripción de un fragmento de sus memorias, próximas a publicarse por una prestigiosa y joven editorial independiente.


***

Melías Aguirre acudió a la Academia Militar, en ese entonces dirigida por el Coronel Luis Fernán Cisneros. En dicha casa militar conoció a Lesoncio Prado. De acuerdo con sus aptitudes, en especial para los viajes, Aguirre fue inducido a enrolarse a la Marina más adelante. Lesoncio, mientras tanto, se dedicó a la Infantería, pues era acertado para los disparos.

Una fresca madrugada de 1879, arribó al Callao la fragata Octubre, debido a una falla en el vapor. Melías, que se encontraba desesperado por partir a España en busca de una mujer, se encontraba rondando la bahía del Callao, a la espera de abordar una nave que lo lleve a la vieja Europa. Por mi parte, necesitaba de la ayuda de un marino para continuar mi travesía. La necesidad nos juntó, sin embargo, el problema del lenguaje hacía difícil la comunicación. Melías recordó que en la época de la academia el cadete Lesoncio Prado sabía algo de latín y griego. Lo convocó presuroso y pactaron una reunión en el Antiguo Estanco de la Sal de la bahía del Callao. Otrora famoso lugar encubierto de bailarinas francesas, regentado por Madame Mugnèc, de quien llegué a hacerme íntimo amigo.

Melías Aguirre se ofreció a reparar Octubre, a cambio de subir a bordo del mismo y llegar al puerto de Sevilla. Durante la reparación, me deleité con Madame Mugnèc, la anfitriona del Estanco de Sal. Mugnèc resultó ser media hermana de Melías. Su otro parentesco lo completaba un oscuro ascendiente rumano, que le daba un gesto indescifrable en la mirada, y que muchas veces confundí.

Semanas más tarde, culminada la reparación, Melías fue convencido por mí y por Lesoncio de no abordar Octubre. Coincidentemente, la guerra con Chile estalló y Melías fue convocado por Manuel Ignacio Ratz para integrarse a la flota peruana rumbo al mar austral. La decisión fue difícil, pero Ratz lo persuadió ofreciéndole viajes por las rutas de la seda, del té y de las bombachas.

Sin embargo, apenas empezada la guerra, Manuel Ignacio Ratz salió de viaje hacia el consulado de Prusia en Siam, a fin de gestionar un cargamento de vodka para el matrimonio de uno de sus hijos. Ante esta ausencia, todos los bacanes se ponían cordones de brigadier para ir a la guerra, resultando recontra mancos a la hora del enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Destacó entre ello el cabo Dargeant, quien más tarde firmaría la paz en Texas City.

El primer gran suceso militar que llenó las hojas de mi cuaderno fue el hundimiento de la Clonadonga, pesado buque chileno que en Iquique no soportó las descargas del monitor Huáscar, encallando en un coral. Hecho que contribuyó a que Grau, según la historia oficial, llegue a ser el héroe máximo de la Armada Peruana. La destacada participación del capitán Melías Aguirre en el rescate de los náufragos de la nave chilena fue reconocida para los anales de la historia. Años más tarde, unos marinos vascos sobrevivientes, apellidados Imedio, rendirían agradecimiento a Aguirre, abriendo un local de ultramarinos con el nombre de este héroe en la Plaza de Las Ortigas, en Cataluña.

Desgraciadamente, las acciones propias del combate dejaron en Melías Aguirre profundos eczemas y laceraciones, lo cual hizo irreconocible su rostro, a tal punto que fue dado por desaparecido, y ya no pudo cobrar su pensión en la caja militar policial. En tierra firme, y con otra identidad (Víctor V.), fundó una organización independiente de gestión no estatal, que luchó por los derechos de los sobrevivientes de Tarapacá. Luego supe que murió olvidado en las orillas del río Rímac, cuando cargaba madera en una barcaza llamada Gran Chimú.

Perdida la campaña por mar, los chilenos avanzaron por tierra prácticamente sin encontrar oposición hasta Lima. Ahí tuve noticia de personajes aún más extravagantes.

Chila Pow Sang, era jefe de una cuadrilla de algodoneros. Sabía chino mandarín, español y alemán. Fue llamado por el dueño de la hacienda Ponce (donde también se cultivaba opio para traficarlo a través de comerciantes de la China Insular) para representar a la hacienda ante el llamado de la CONFIEP de entonces, en la defensa de la ciudad de Lima. El hijo del hacendado era un chico con trastornos, y vivía en una de las caballerizas junto con algunos animales domésticos. Hablaba con ellos y con las plantas, y tenía acumulados bajo las espigas del granero unos tratados de Filosofía Medieval de autores como Spinoza.

Chila Pow Sang cumplió el papel de convencer a los chinesse de plegarse a la defensa de la ciudad de Lima, ya que era un políglota, pero los chinitos lo mandaban a la mela como el monaguillo a Cipriano.

El hijo loco del hacendado, el día que las tropas chilenas estaban en Chorrillos, salió a su encuentro en un caballo blanco. Iba totalmente desnudo y con el cuerpo pintado como un guerrero celta. Llevó a cabo la hazaña de pasearse calato por todo el Morro Solar, muriendo en el instante de una epilepsia fulminante. No llegó a ver cómo los chilenos hacían un gang bang con las damas chorrillanas, entre ellas, las de apellido Borea, De la Fuente y Arnillas.

Mientras tanto, en la selva, los inmigrantes tiroleses, al mando de Otto Von Hamann daban marcha atrás, desistiendo de quedarse en un territorio inhóspito, y volvían al Callao. En uno de los días en que el Huáscar llegó a los astilleros del Callao, se conocieron Melías Aguirre y la hija de Otto Von Hamann. Aguirre le prometió harto café en París, pero como ya dije, regresó, literalmente, convertido en otro hombre. Nunca pudo honrar su compromiso. Sin embargo me pidió entregar una carta a Fräu Hamann, donde explicaba detalladamente el porqué de su conducta. No lo hice.

Lesoncio Prado, luego de participar en distintas campañas de resistencia contra el invasor chileno, se refugió en el norte peruano, casándose en secreto con un dama italiana, pese a la oposición de la familia de ella. Luchó en distintas batallas, e incluso se enroló en la Marina Mercante, sirviendo al país en el transporte marítimo El Rey de Galicia. Convocado por Cáceres para resistir en el norte del país, Lesoncio fue sorprendido en una aldea en Huamachuco tomando café en su cama, al mediodía, mientras despertaba tras la visita de unas enfermeras voluntarias del lugar. Fue fusilado, no por rebelde, si no por tardón. Dejó un hijo.

Hacía el fin de la guerra, intenté afianzar mi relación con Madame Mugnèc, pero fue en vano, ella desapareció luego del último saqueo que se llevó a cabo en Lima. Luego me parece haber visto fotos de ella en una revista chilena que hablaba de la Patagonia argentina, del brazo de un potentado del oro de origen rumano al que llamaban Julius Popper. ¿Sería Madame Mugnèc la mujer de la foto? ¿Sería el hombre su esposo?

Ya lo demás fueron especulaciones.

Más de EL FOLKLORE DE MI TIERRA

• Soy MITIMAE
• La senda del perdedor
• É o é, é o á