Democracia dura[1]
LAMPARIM tiene el agrado de inaugurar en esta sección una reflexión semanal sobre lo que significa tener aspiraciones intelectuales en el Perú. Para ello, seguirá en cada una de sus contribuciones semanales la línea metodológica de la teoría de la elección racional, confiada de que es posible encontrar en cada una de las vicisitudes de la ambición intelectual de este país la reiterada presencia del Dilema del Prisionero.
Si usted estudió sociología en la Universidad Católica y lee religiosamente Cuestión de Estado, Ideele, Quehacer, o la página de opinión de Mario Vargas Llosa en Caretas, entonces, es probable que no sepa qué es el Dilema del Prisionero. No se preocupe, nosotros tampoco lo sabíamos. Esta importante noción teórica nos la explicó Romeo Grompone un tarde en el IEP; después, con ayuda de algunos libros logramos arañar el concepto de fondo. El referente obligado de la sociología nacional y asesor de Evo Morales en temas de política antidrogas, Julio Cotler, tampoco nos supo dar una definición sencilla del mismo. En comunicación telefónica (17/01/06) afirma que “esa noción la acuñó Linz al referirse a la imposibilidad de los países latinoamericanos –y que puede rastrearse hasta divisiones que datan de la colonia (vea usted mi libro de 1978)– de poder revertir una precaria institucionalidad y cultura políticas, lo cual perpetúa la situación de ‘aprisionamiento’ pendular entre cortos periodos democráticos y largas dictaduras. El Dilema del Prisionero está hundiendo a este país. No vamos a parar hasta una nueva debacle antidemocrática. ¡Esta clase política es un mamarracho! Oiga, ¡váyase a la mierda y déjeme tranquilo!”[2].
Sólo Martín Tanaka sabe qué significa el Dilema del Prisionero[3]. De hecho, él lo ha vivido en carne propia. ¿Usted sabe lo que es ser Martín Tanaka? ¿Sabe qué se siente ser John Wayne en un escenario de Risas y Salsa y llevar la fiesta en paz? ¿Sabe qué se siente ser el único sociólogo peruano que sabe inglés, hace esquemas antes de escribir y respeta el modus ponens? Seguramente no lo sabe, claro. Pero Martín Tanaka es precisamente la excepción a la regla del Dilema del Prisionero[4].
Ahora bien. Ya que conocemos qué es el Dilema del Prisionero), pongamos unos ejemplos para que usted, hipócrita lector, trabaje en casa en base a lo que ha aprendido en estas líneas sobre este concepto práctico.
Agarre lápiz y papel. Sírvase un vaso de agua. Reflexione sobre lo siguiente:
En años recientes, el panorama político andino muestra signos preocupantes de inestabilidad gubernativa, fragmentación del sistema e informalidad, un paralelo crecimiento del poder de la corrupción y el narcotráfico aunado al surgimiento de actores antisistémicos, así como una mayor insatisfacción con la democracia: factores todos ellos que ponen en peligro el porvenir de nuestras naciones[5]. Frente a ello la calle pide firmeza, compromiso práctico, libertades civiles y sociales pero con buena gestión política y, sobre todo, con respuesta concreta a las demandas más acuciantes de la población. Si la democracia que conocemos no nos ha dado esto aún, la población pide con razón más democracia, más convicción democrática, menos formalismo: Democracia dura.
Guillermo O’Donnell, en su célebre texto “Otra institucionalización, ¿ya para qué?” nos alertaba hace ya una década de esta tendencia y llamaba la atención del gran bolsón de zonas ‘marrones’[6] caracterizadas por estos déficit de ciudadanía social y presencia del Estado. El algoritmo que planteaba O’Donnell para explicar la situación preocupante de estas zonas daba también una idea de la seria dificultad de llevar adelante una estrategia coherente para aminorar esta situación:
1 buena política pública
–––––––––––––––––––––––––– log (continuum temporal) =
1 sistema de partidos en crisis
Resultado: más guachimanes + un crecimiento exponencial de Fernandos Oliveras + más gente en el San Antonio + más farmacias de a sol[7]
Ante esta situación, la cultura popular peruana lo único que hace es reaccionar con las pocas cartas disponibles que las movidas del juego permiten. El espíritu de la cultura ciudadana peruana responde a todas esas formas peculiares y vanguardistas por las que los peruanos (individuales y colectivos) aportan a la idea de una democracia más equitativa intentando equilibrar todos los déficit de ciudadanía social e institucionalidad política que aquejan a nuestra nación. Por eso, querido lector, use su lápiz y papel, apague la tele y responda en casa si tiene algún argumento para negar (o dudar de) alguna de estas verdades con las que LAMPARIM se siente plenamente identificado:
1) El “Vamos a fusilar a todos”, ¿no es acaso una forma novedosa y heroica por reestablecer los clivajes político-sociales en el país? ¿Usted duda de que Ollanta Humala haya leído a Rokkan y Lipset?
2) Si la Reforma Agraria del general Juan Velasco Alvarado fue discutible por sus métodos pero definitivamente importante por la manera en que le cambió la cara social al país, ¿por qué entonces no es comprensible que el salario de la Sra. Enith Chuquival pueda significar para un número importante de peruanos un acto legítimo de reconocimiento y retribución por los tiempos de carestía y mal trato?
3) Respecto a estas dos personas, ¿tiene usted alguna duda de cuál representa valores más íntimamente democráticos para la población de a pie: Diego García Sayán o Carlos Raffo? ¿Tiene usted dudas respecto a esto?
4) ¿No es acaso más simpático Alberto Fujimori que Susana Villarán? ¿A cuál de los dos elegiría como mejor amigo?
5) ¿Prefiere usted como novio de su hermana a Salomón Lerner Febres o a Salomón Lerner Ghitis? ¿Todavía tiene dudas?
6) ¿Cree usted que es posible demandar una ciudadanía más activa y democrática si esa demanda está hecha por sociólogos y especialistas que encuentran identidad entre, digamos (por dar un ejemplo solamente), el PRI de México y el APRA de nuestro país? ¿Lee usted Quehacer?
7) ¿Le parece bien que un grupo de campistas de clase media y piel rosácea atente contra la propiedad privada de la playa Chepeconde y alegue malos tratos y atropellos a sus derechos?
8) Si es usted un ciudadano de a pie con fuertes convicciones igualitarias, ¿se pone de lado de un representante nacional y diplomático sencillo, mayor, campechano y con un lastimoso problema de alcoholismo, o bien está usted de lado de un grupo de universitarios que no pasan el curso de Realidad Social Peruana, leen sólo a Noam Chomsky, escuchan a Bob Marley, y salen en mancha metidos en un taxi hacia la Costa Verde malográndole al señor chofer el cuero imitación y llenándole de olor a macoña todo el auto?
9) ¿Sofía Macher o Lupe Zevallos?[8]
Obviamente, LAMPARIM no le va a dar la respuesta. Usted debe llegar a ella solo. Si usted no llega a las mismas conclusiones que nosotros sobre la realidad de la Democracia Dura, entonces usted no entiende a LAMPARIM: No entiende el espíritu inconforme de su Comité Ejecutivo ni ha entendido todavía el Dilema del Prisionero. Por tanto, por ahora no le sirve de mucho seguir visitando esta página.
Lápiz y papel y siga con su tarea.
[1] Retomamos con esto la validez y propuesta teórica de Sinesio López (Cuestión de Estado, No. 3, 1993) en torno a las categorías de democradura y dictablanda. Para conceptos afines como levadura, levablanda, voto militar y otros, ver el mismo número de la mencionada revista.
[2] Juan de la Puente y Nicolás Lynch concuerdan también con esta apreciación.
[3] Ver, nuevamente, Tanaka, Martín, Normal Nomás (1991).
[4] Para un informe más detallado sobre el personaje, vea la entrevista que LAMPARIM le hace a Tanaka en su sección “Entrevistas a Peruanos Ilustres” (de próxima aparición).
[5] Zovatto, Daniel (1978-2006).
[6] Para una versión alternativa y otras precisiones en torno a lo ‘marrón’, ver Requena, José Carlos, y Liz Soto, telf: 9813-5482.
[7] La primera consulta es gratis.
[8] Si eres periodista, ¿tienes una foto con Lupe Zevallos?
LAMPARIM tiene el agrado de inaugurar en esta sección una reflexión semanal sobre lo que significa tener aspiraciones intelectuales en el Perú. Para ello, seguirá en cada una de sus contribuciones semanales la línea metodológica de la teoría de la elección racional, confiada de que es posible encontrar en cada una de las vicisitudes de la ambición intelectual de este país la reiterada presencia del Dilema del Prisionero.
Si usted estudió sociología en la Universidad Católica y lee religiosamente Cuestión de Estado, Ideele, Quehacer, o la página de opinión de Mario Vargas Llosa en Caretas, entonces, es probable que no sepa qué es el Dilema del Prisionero. No se preocupe, nosotros tampoco lo sabíamos. Esta importante noción teórica nos la explicó Romeo Grompone un tarde en el IEP; después, con ayuda de algunos libros logramos arañar el concepto de fondo. El referente obligado de la sociología nacional y asesor de Evo Morales en temas de política antidrogas, Julio Cotler, tampoco nos supo dar una definición sencilla del mismo. En comunicación telefónica (17/01/06) afirma que “esa noción la acuñó Linz al referirse a la imposibilidad de los países latinoamericanos –y que puede rastrearse hasta divisiones que datan de la colonia (vea usted mi libro de 1978)– de poder revertir una precaria institucionalidad y cultura políticas, lo cual perpetúa la situación de ‘aprisionamiento’ pendular entre cortos periodos democráticos y largas dictaduras. El Dilema del Prisionero está hundiendo a este país. No vamos a parar hasta una nueva debacle antidemocrática. ¡Esta clase política es un mamarracho! Oiga, ¡váyase a la mierda y déjeme tranquilo!”[2].
Sólo Martín Tanaka sabe qué significa el Dilema del Prisionero[3]. De hecho, él lo ha vivido en carne propia. ¿Usted sabe lo que es ser Martín Tanaka? ¿Sabe qué se siente ser John Wayne en un escenario de Risas y Salsa y llevar la fiesta en paz? ¿Sabe qué se siente ser el único sociólogo peruano que sabe inglés, hace esquemas antes de escribir y respeta el modus ponens? Seguramente no lo sabe, claro. Pero Martín Tanaka es precisamente la excepción a la regla del Dilema del Prisionero[4].
Ahora bien. Ya que conocemos qué es el Dilema del Prisionero), pongamos unos ejemplos para que usted, hipócrita lector, trabaje en casa en base a lo que ha aprendido en estas líneas sobre este concepto práctico.
Agarre lápiz y papel. Sírvase un vaso de agua. Reflexione sobre lo siguiente:
En años recientes, el panorama político andino muestra signos preocupantes de inestabilidad gubernativa, fragmentación del sistema e informalidad, un paralelo crecimiento del poder de la corrupción y el narcotráfico aunado al surgimiento de actores antisistémicos, así como una mayor insatisfacción con la democracia: factores todos ellos que ponen en peligro el porvenir de nuestras naciones[5]. Frente a ello la calle pide firmeza, compromiso práctico, libertades civiles y sociales pero con buena gestión política y, sobre todo, con respuesta concreta a las demandas más acuciantes de la población. Si la democracia que conocemos no nos ha dado esto aún, la población pide con razón más democracia, más convicción democrática, menos formalismo: Democracia dura.
Guillermo O’Donnell, en su célebre texto “Otra institucionalización, ¿ya para qué?” nos alertaba hace ya una década de esta tendencia y llamaba la atención del gran bolsón de zonas ‘marrones’[6] caracterizadas por estos déficit de ciudadanía social y presencia del Estado. El algoritmo que planteaba O’Donnell para explicar la situación preocupante de estas zonas daba también una idea de la seria dificultad de llevar adelante una estrategia coherente para aminorar esta situación:
1 buena política pública
–––––––––––––––––––––––––– log (continuum temporal) =
1 sistema de partidos en crisis
Resultado: más guachimanes + un crecimiento exponencial de Fernandos Oliveras + más gente en el San Antonio + más farmacias de a sol[7]
Ante esta situación, la cultura popular peruana lo único que hace es reaccionar con las pocas cartas disponibles que las movidas del juego permiten. El espíritu de la cultura ciudadana peruana responde a todas esas formas peculiares y vanguardistas por las que los peruanos (individuales y colectivos) aportan a la idea de una democracia más equitativa intentando equilibrar todos los déficit de ciudadanía social e institucionalidad política que aquejan a nuestra nación. Por eso, querido lector, use su lápiz y papel, apague la tele y responda en casa si tiene algún argumento para negar (o dudar de) alguna de estas verdades con las que LAMPARIM se siente plenamente identificado:
1) El “Vamos a fusilar a todos”, ¿no es acaso una forma novedosa y heroica por reestablecer los clivajes político-sociales en el país? ¿Usted duda de que Ollanta Humala haya leído a Rokkan y Lipset?
2) Si la Reforma Agraria del general Juan Velasco Alvarado fue discutible por sus métodos pero definitivamente importante por la manera en que le cambió la cara social al país, ¿por qué entonces no es comprensible que el salario de la Sra. Enith Chuquival pueda significar para un número importante de peruanos un acto legítimo de reconocimiento y retribución por los tiempos de carestía y mal trato?
3) Respecto a estas dos personas, ¿tiene usted alguna duda de cuál representa valores más íntimamente democráticos para la población de a pie: Diego García Sayán o Carlos Raffo? ¿Tiene usted dudas respecto a esto?
4) ¿No es acaso más simpático Alberto Fujimori que Susana Villarán? ¿A cuál de los dos elegiría como mejor amigo?
5) ¿Prefiere usted como novio de su hermana a Salomón Lerner Febres o a Salomón Lerner Ghitis? ¿Todavía tiene dudas?
6) ¿Cree usted que es posible demandar una ciudadanía más activa y democrática si esa demanda está hecha por sociólogos y especialistas que encuentran identidad entre, digamos (por dar un ejemplo solamente), el PRI de México y el APRA de nuestro país? ¿Lee usted Quehacer?
7) ¿Le parece bien que un grupo de campistas de clase media y piel rosácea atente contra la propiedad privada de la playa Chepeconde y alegue malos tratos y atropellos a sus derechos?
8) Si es usted un ciudadano de a pie con fuertes convicciones igualitarias, ¿se pone de lado de un representante nacional y diplomático sencillo, mayor, campechano y con un lastimoso problema de alcoholismo, o bien está usted de lado de un grupo de universitarios que no pasan el curso de Realidad Social Peruana, leen sólo a Noam Chomsky, escuchan a Bob Marley, y salen en mancha metidos en un taxi hacia la Costa Verde malográndole al señor chofer el cuero imitación y llenándole de olor a macoña todo el auto?
9) ¿Sofía Macher o Lupe Zevallos?[8]
Obviamente, LAMPARIM no le va a dar la respuesta. Usted debe llegar a ella solo. Si usted no llega a las mismas conclusiones que nosotros sobre la realidad de la Democracia Dura, entonces usted no entiende a LAMPARIM: No entiende el espíritu inconforme de su Comité Ejecutivo ni ha entendido todavía el Dilema del Prisionero. Por tanto, por ahora no le sirve de mucho seguir visitando esta página.
Lápiz y papel y siga con su tarea.
[1] Retomamos con esto la validez y propuesta teórica de Sinesio López (Cuestión de Estado, No. 3, 1993) en torno a las categorías de democradura y dictablanda. Para conceptos afines como levadura, levablanda, voto militar y otros, ver el mismo número de la mencionada revista.
[2] Juan de la Puente y Nicolás Lynch concuerdan también con esta apreciación.
[3] Ver, nuevamente, Tanaka, Martín, Normal Nomás (1991).
[4] Para un informe más detallado sobre el personaje, vea la entrevista que LAMPARIM le hace a Tanaka en su sección “Entrevistas a Peruanos Ilustres” (de próxima aparición).
[5] Zovatto, Daniel (1978-2006).
[6] Para una versión alternativa y otras precisiones en torno a lo ‘marrón’, ver Requena, José Carlos, y Liz Soto, telf: 9813-5482.
[7] La primera consulta es gratis.
[8] Si eres periodista, ¿tienes una foto con Lupe Zevallos?
